El tamaño sí importa 3: El caso de las merluzas enanas
Los recursos marinos son parte indispensable del desarrollo de nuestro Perú. Gracias a su abundancia, sirven de fuente de trabajo y de alimento para gran parte de nuestra población. Sin embargo, la pesca intensiva ha contribuido a reducir la abundancia y diversidad de especies, e incluso el promedio de edad de las mismas. Asimismo, esta reducción constante se ha convertido hoy en día en en una tendencia que, si no hacemos algo, continuará de manera estable en los próximos años.
La merluza es el claro ejemplo de cómo una pesca intensiva que no cumple con las regulaciones pesqueras debidas puede llevar a una especie al punto del colapso, al recudir la talla promedio y la edad de madurez del stock. (Regulaciones pesqueras refiriéndose a vedas, cuotas de pesca, tallas mínimas, entre otros).
Esta historia comenzó en el año 1970, cuando la flota de arrastre de merluza inició su actividad de manera intensiva en la parte norte de nuestro litoral, entre los 3º-10ºS.
Al inicio de la pesca, la talla promedio de merluzas era de 38-40cm de longitud (macho-hembra). Sin embargo, para el año 1992, en menos de treinta años, se había reducido drásticamente a unos 30-33cm de longitud.
Pero este no es el único hecho preocupante. Al inicio de la pesca, el porcentaje de merluzas juveniles extraídas listas para la reproducción era del 0%. Este era un dato normal, pues los juveniles todavía necesitan crecer para alcanzar la madurez sexual. No obstante, para la década del 2000, el 60% de los juveniles capturados ya estaban listos para reproducirse.
¿Qué quiere decir esto?
La especie, en su afán de sobrevivir, decidió dejar de invertir su energía en crecer (podían llegar hasta los 68-115cm, macho-hembra respectivamente) para volverse sexualmente activa a una edad más temprana.
Debido a que la probabilidad de ser capturados jóvenes ahora es muy alta, los juveniles han adoptado la posibilidad de reproducirse, para poder dejar descendencia cuanto antes.
El problema es que esto repercute de manera directa en la producción de huevos, debido a que individuos más pequeños dejarán una menor cantidad de huevos.
¿Qué podemos hacer?
Como podemos apreciar, el problema con la merluza empezó por una pesca intensiva de arrastre que no respetaba la talla mínima de 35 cm, extrayendo juveniles del ecosistema, lo que conllevó a tal presión de pesca que la especie decidió madurar aún en su forma juvenil.
Si capturamos individuos inferiores a la talla mínima real (hoy en día las merluzas ya se reproducen a una talla inferior de los 35cm.) nos estamos llevando del mar posibles reproductores encargados de que la especie pueda continuar existiendo.
Por otro lado, si extraemos aquellas grandes merluzas, hoy en día raras de encontrar, nos estaremos llevando a los pocos reproductores capaces de dejar una cantidad significativa de huevos, hoy.
En conclusión, las tallas mínimas y máximas no son excluyentes, ambas son imprescindibles para mantener una población de peces saludables que permitan a nuestra sociedad una fuente segura y constante de proteínas y buenos nutrientes. Esto también beneficia a la pesca pues la merluza extraída hoy en día es mucho más pequeña de lo que era antes. Si se cumplen con las regulaciones pesqueras, al final la pesca será de individuos de mayor tamaño y peso, con un mayor valor económico.
Lo que podemos hacer nosotros es exigir el respeto de las tallas mínimas establecidas en la ley y empezar a promover las tallas máximas como una medida necesaria para garantizar la explotación sostenible de nuestros recursos marinos.